Fundado por Augusto Raúl Cortazar en 1973, a pedido del Dr. Arturo Oñativia, integrante de la Comisión de Factibilidad que dio origen a la creación de la Universidad Nacional de Salta, el Instituto de Arte y Folklore es un centro de investigación que no solo estudia las expresiones culturales de la región sino que también proyecta los resultados alcanzados en el medio en el cual se inserta. Participa de convenios de colaboración con instituciones de orden nacional, lo que permite que prestigiosos docentes e investigadores procedentes de organismos estatales –Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de Rosario, Fondo Nacional de las Artes– efectúen importantes contribuciones tendientes a conformar en el ámbito provincial sólidos equipos de investigación. Con el asesoramiento de esos estudiosos, se propone establecer las características distintivas de la cultura local insertándola en la dinámica nacional y latinoamericana. Para ello posee una planta funcional estable que comprende tres áreas: a) técnico-administrativa, b) investigativa y c) docente.

            Entre 1973 y 1975, organiza reuniones científicas diversas –charlas, conferencias, cursos, seminarios–, destinadas a docentes de los niveles primario, secundario, terciario y universitario sobre temáticas que atañen a las disciplinas desde las cuales indaga las manifestaciones culturales regionales, folklore, antropología, arqueología, literatura, lingüística. Además, promueve la formulación y desarrollo de proyectos de investigación que involucren la participación activa de alumnos y profesores de las carreras que se dictan en la Facultad de Humanidades.

            Organismo que depende desde su creación del Rectorado de esta universidad y que funciona en Alvarado 551, es transferido en 1976 por Res. 156-DM-76 al Departamento de Humanidades, actual Facultad de nombre homónimo, en Avda. Bolivia 5150. Sin embargo, en ese mismo año deja de funcionar por razones políticas. Después de un extenso período, reinicia sus actividades en 1985, según consta en la Res. 170–H-85, con el nombre de Instituto de Folklore y Literatura Regional “Augusto Raúl Cortazar” en homenaje a quien fuera su director honorario y en total acuerdo con las áreas de investigación y el patrimonio bibliográfico y documental que posee en ese momento.

            Entre sus objetivos, se propone indagar, estudiar y valorar las expresiones folklóricas, lingüísticas y literarias de Salta y del noroeste argentino. Asimismo, planea proyectar los resultados alcanzados al ámbito educativo y, desde luego, promover la formación de docentes e investigadores en las áreas de folklore, literatura regional y lingüística (sociodialectología, pragmática, análisis del discurso).

            En 1994, las hijas de Augusto Raúl Cortazar, Laura Isabel y Clara Inés, donan al Instituto la biblioteca y los archivos documental y fotográfico del prestigioso investigador salteño. Se trata de un valioso material que reúne libros, revistas y documentación literaria, lingüística, folklórica y antropológica cuya consulta es imprescindible para cualquier investigador que se interese por el abordaje de la cultura popular tradicional en sus diferentes aspectos.

            Aunque no conserve en la actualidad el organigrama administrativo y docente del antiguo Instituto de Arte y Folklore, efectúa importantes actividades académicas: ciclos de conferencias, cursos de grado, charlas y cursos de extensión en la capital y en el interior de la provincia. Es, además, el ámbito en el cual funcionan los proyectos 2065 “Los medios de comunicación en Salta: construcción de espacios socio-políticos y culturales”, Tipo A, y 2178 “Procesos salteños de literaturización: entre folklore literario y literatura folklórica”, Tipo C, ambos dependientes del CIUNSa. Precisamente, los resultados de las indagaciones realizadas por docentes, investigadores y alumnos de letras, filosofía y ciencias de la comunicación se difunden tanto en libros como en la revista Perspectivas. Lengua, Cultura y Región de publicación anual.

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA DE AUGUSTO RAÚL CORTAZAR

 

            Nacido en la ciudad de Salta el 17 de junio de 1910, era hijo de D. Octavio Augusto Cortazar Arias y de Da. Irene Lozano Valdez, quienes lo llevaron consigo a la Capital Federal a temprana edad, de tal modo que allí cursó sus estudios, desde el primario hasta los superiores, conquistando cuatro títulos universitarios: Profesor en Letras, Abogado, Bibliotecario y Doctor en Filosofía y Letras, carreras éstas cursadas en la Universidad de Buenos Aires.

            Toda su vida la dedicó a la docencia y a la investigación, desempeñándose como docente en diversas cátedras, ganadas por contrato, en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina, además de dictar cursos especiales en otras universidades nacionales y extranjeras. Fue profesor titular de Literatura Argentina, Folklore General y Ciencias Antropológicas, orientación folklore.

          También desempeñó cargos de responsabilidad en la Facultad de Filosofía y Letras: Director de la Biblioteca de la Facultad, Jefe del Departamento de Folklore del Museo Etnográfico y Director de la Biblioteca Central de la Universidad. Asimismo ocupó funciones específicas con carácter honorario: Director Honorario del Seminario de Folklore, Director Honorario de la Carrera de Bibliotecarios, Director Honorario del Departamento de Ciencias Antropológicas. Y fue también Miembro Académico del Consejo Directivo de la Facultad. Por iniciativa suya se creó el Seminario de Folklore y la Carrera de Licenciatura en Folklore.

          Dictó cursos especiales en numerosas universidades argentinas. Fue Director del Fondo Nacional de las Artes (1953-1974), desde la creación de este organismo hasta su renuncia. Como Presidente de la Comisión de Expresiones Folklóricas, y Coordinador y Asesor del Relevamiento Cinematográfico de Expresiones Folklóricas, asistió al rodaje de veintitrés películas de diverso metraje.

            Considerado como el más grande folklorólogo de nuestro país, y por su extraordinaria versación en la materia, fue invitado a participar en numerosos congresos. tanto de dentro como de fuera del país, para cuya asistencia concurrió tanto a Washington, Los Ángeles, Chicago y otras urbes de los Estados Unidos, como estuvo, en Chile, México, Portugal, etc.

            Siempre dentro de su temática, incursionó también en radiofonía con numerosas audiciones invitado por Radio Nacional, Radio El Mundo, Radio Splendid y otras emisoras. Y ese infatigable quehacer literario y folklórico le permitió, además de lo ya expresado, publicar 134 obras de la más variada extensión, cobrando particular relieve sus trabajos titulados: Qué es el folkloreEl carnaval en el folklore calchaquíEsquema del folkloreFolklore literario y literatura folklóricaPoesía gauchesca, etc., quedando aún inéditos varios otros trabajos al momento de su muerte. Se publicó "Ciencia folklórica aplicada”, su obra póstuma más importante. Colaboró, en vida, con las más prestigiosas revistas especializadas del mundo entero, lo mismo que importantes rotativos publicaron sus escritos.

            Las más destacadas instituciones culturales del país y del extranjero lo contaron entre sus miembros. Así es como fue Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia Argentina, Miembro del Advisory Board y de la Universidad de California, (USA). Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid (España), Miembro de la Sociedad Folklórica de México, Miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileiro (Brasil), Miembro de la International Society for Folk narrative Research (Gotingam-USA), Miembro Consultor del Instituto de Folklore de Huancayo (Perú), Miembro correspondiente de la Sociedad Peruana de Folklore (Perú), Miembro correspondiente de la Sociedad Folklórica del Uruguay y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, etc. y, como no podía ser de otra manera, también era Miembro de número del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta.

            Estaba casado con doña Celina Sabor, catedrática de Literatura Española -quien dictara un curso especial de esta materia en la Universidad Nacional de Salta- y docente de la Universidad de Buenos Aires.

          Renunció drásticamente a todos sus cargos en la Universidad de Buenos Aires -por incompatibilidad política- en junio de 1974 y, pocos meses después, una corta enfermedad cercenó la vida de este eminente salteño y notable estudioso argentino, que falleció en la Capital Federal el 16 de septiembre de 1974.

AUTORIDADES ACTUALES

 

DIRECTORA

Lic. Olga Alicia Armata

 

SECRETARIA

Prof. Elda Mariana Campos

 

COMISIÓN DIRECTIVA

Lic. Olga Alicia Armata

Prof. Laura Isabel Cortazar

Prof. Daniela Bargardi

Dra. Fanny Mabel Parra

Dra. Patricia Salas Figueroa

 

EX AUTORIDADES

Dr. Augusto Raúl Cortazar. Director Honorario del Instituto de Arte y Folklore, dependiente del Rectorado de la Universidad Nacional de Salta, desde su creación en 1973.
Lic. María Lucila Pagliai. Delegada Interventora-Organizadora del Instituto de Arte y Folklore, a partir de 1973.
Lic. María Teresa Calatroni de Peralta. Delegada Interventora del Instituto de Arte y Folklore, en 1974.
Lic. María Fanny Osán de Pérez Sáez. Directora del Instituto de Arte y Folklore, de 1974 a 1976. A partir de 1985 asume la Dirección del Instituto de Folklore y Literatura Regional “Augusto R. Cortazar”, dependiente de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta.
Lic. Olga Alicia Armata. Directora del Instituto de Folklore y Literatura Regional “Augusto Raúl Cortazar” desde 2004.

AUGUSTO RAÚL CORTAZAR

 

Laura Isabel Cortazar

Universidad Nacional de Salta

 

Estas líneas tenían como fin ser una biografía de Augusto Raúl Cortazar, pero me será difícil encontrar la objetividad y el rigor necesarios; se convertirán pues en un simple testimonio, en la evocación de un padre excepcional que permanece invisiblemente presente. Presencia que va recorriendo con nosotros los senderos de la vida, y se hace palpable en las simples circunstancias cotidianas tanto como en la orientación profunda, el ejemplo de conducta o el carisma de maestro.

Nació en la ciudad de Salta el 17 de junio de 1910, en la vieja Casa de Arias Rengel –actualmente Museo Provincial de Bellas Artes–, morada de su abuela Carmen Arias Tejada. Hijo de Octavio Augusto Cortazar y de Irene Lozano, heredó de su padre la tenacidad vasca y de su madre, nacida en el Valle Calchaquí, el amor por esa tierra, a pesar de que desde muy pequeño abandonó su provincia natal para crecer y formarse en Buenos Aires.

Las viejas fincas de su abuelo Moisés Lozano, entre la Poma y San Antonio de los Cobres –El Trigal, El Bordo, Esquina Azul–, pobladas de bellezas y misterios, catástrofes naturales, legendarias minas de plata, tíos bohemios y juglares y decenas de trabajadores que se reunían cada crepúsculo en el amplio patio, para recibir uno a uno la bendición del patriarca, llenaron su niñez y su juventud de sueños, relatos y vivencias imborrables.

Pero su infancia ciudadana fue dura: pobreza, responsabilidades y una vida familiar bastante desdichada. Sin embargo, fue un chico alegre, capaz de idear simpáticas travesuras y de defender con ingenio la única pelota que tuvo en su vida.

Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde pronto mostró su talento para las humanidades y aprendió a amar a los poetas griegos, los filósofos y los artistas. A los dieciséis años ganaba ya su sustento con un cargo de celador, y poco después fue bibliotecario en el mismo Colegio. En ese momento, entre miles de libros, su sed de conocimiento comenzó a encauzarse y plasmarse. Se convirtió más que en un técnico de biblioteca, en el consejero intelectual de todos sus compañeros. A él recurrían en busca de orientación, de información, de bibliografía. Y siempre recibían –contaba Horacio Difrieri– el dato preciso y la sonrisa afable.

Ya en la Facultad de Filosofía y Letras formó parte de un grupo de profesores y condiscípulos de relevancia decisiva en la cultura humanística del país: Amado Alonso, Pedro Henríquez Ureña, Ángel Batistessa, María Rosa y Raimundo Lida, Francisco y José Luis Romero, Enrique Anderson Imbert, Carlos Herrán, Ángeles, Celina y Pepita Sabor. Con ellos compartió estudio, proyectos, trabajo en el Instituto de Filología, charlas, intercambios, y la experiencia de ser un forjador de cultura.

Allí eligió a Celina Sabor como compañera para siempre. Mujer de talento y calidad humana extraordinarios, compartió con él la vida cotidiana y la labor profesional. Todos los borradores y los planes eran puestos a su consideración, y ella, con madura capacidad crítica, comentaba, corregía, sugería, participaba. Ambos formaron un hogar en el cual Clara y yo tuvimos la dicha de nacer y crecer rodeadas de ternura, alegría y rectitud.

Estudiaba simultáneamente Letras, Derecho y Bibliotecología. A pesar de cursar tres carreras y desempeñar dos empleos, su titánica capacidad de trabajo le permitió mantener la excelencia en todo. Tengo entre mis libros más preciados la Gramática Castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña con una dedicatoria que dice: “A Augusto Raúl Cortazar, el hombre del mejor examen”.

Nunca ejerció su profesión de abogado, pero la formación jurídica dio a su mente ya preclara una sistematicidad asombrosa.

Las bibliotecas, su organización y administración fueron en cambio objeto de sus amores, e igualmente la preparación de bibliotecarios. Y dentro de esta actividad, la circunstancia más decisiva en la formación intelectual y vocacional de Cortazar fue su trabajo en la Biblioteca del Museo Etnográfico de la Facultad –que más tarde dirigió. Allí, bajo la sabia orientación del maestro Francisco de Aparicio, fue adentrándose con pasión creciente en la ciencia antropológica, el folklore, la etnografía, descubriendo detrás de esos libros un mundo que hablaba directamente a su sensibilidad humana, a sus inquietudes más profundas. Y en ese ambiente saltó la chispa de su futura labor como folklorólogo, destello que se hizo fuego prontamente.

Empezaron sus viajes de investigación de campo al Valle Calchaquí, cantera de donde extrajo primeramente la materia de sus elaboraciones documentales y teóricas. Luego se orientó también a Jujuy, Catamarca, San Juan, el Litoral, Neuquén.

Lo recuerdo, a lo largo de nuestra infancia, preparando sus viajes “folklóricos” con minucia de orfebre. Adquirido el soporte científico, tanto como el conocimiento de los aspectos físicos y culturales de la región que iba a abordar, había que pensar en el viaje mismo. Partía de Salta, de Tilcara, de Santa María de Catamarca, donde quedábamos nosotras tres, expectantes. Sabía lo que era indispensable, para aliviar el equipaje de cosas superfluas. Una buena cabalgadura, baquiana y aquerenciada, su excelente apero que trasladaba desde Buenos Aires para no correr riesgos, el poncho carpa para afrontar las lluvias, el sombrero alón que lo protegería de soles inclementes o de neviscas, y la alforja. Sólo la alforja, donde debían caber la ropa, algunas provisiones, libretas y cuadernos de notas, remedios, y sobre todo, simples pero eficaces regalos para romper el hermetismo del primer contacto: coca, alcohol, golosinas, cigarros, aspirinas, balas para cazar guanacos. Y la larga travesía comenzaba llena de entusiasmo y esperanzas. Lo aguardaban caminos peligrosos, la soledad sobrecogedora de las altas cumbres, los paisajes deslumbrantes y sobre todo el encuentro con seres que a pesar de su aislamiento y rudeza mantenían vivos los valores tan preciosos de la hospitalidad, el trato hidalgo, el conocimiento profundo de su entorno y de su tradición cultural.

Y allí, en pausada charla o fina observación, se impregnaba de todos los detalles y significaciones, matices y dificultades de esa vida, y las libretas se llenaban de datos y comentarios.

Perdurables amistades surgieron entre él y muchos de esos hombres y mujeres que le brindaron su casa y le abrieron su corazón. Algunos nombres están todavía vivos en mi memoria: Don Francisco Aguaisol, Don Justino Mamaní, Doña Sabina Flores. Seres para nosotras un poco legendarios pero familiares, de quienes cada tanto llegaba una carta con algún pedido que él cumplía puntualmente.

Y después de unos cuantos días de aventura, aprendizaje y fatiga, el gozoso regreso con la piel curtida, las manos resquebrajadas, el rostro demacrado pero radiante, con las alforjas vacías de provisiones pero repletas de cuentos, coplas, historias, recetas, reflexiones, regionalismos léxicos, descripciones. Material profuso y único que pronto se organizaba en prolijas fichas que llenaron cientos de gavetas con información.

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